Cuando por la noche veía una película de miedo, se quedaba a dormir en el sofá –con la luz encendida-, por no ir sólo hasta su habitación. Que estaba en el piso de arriba…
Hacía poco que se había comprado un coche de segunda mano. Un pequeño Nissan Micra… que –como iba a descubrir esa noche- tenía estropeado el indicador de combustible.
Aquella noche… salió a echar una partidita de cartas con los colegas del curro.
Todos los jueves se juntaban en casa de uno de ellos… y ese día tocaba en casa de Luís. Que vivía a unos treinta y cinco kilómetros de casa de Paco, en una urbanización perdida en el monte.
La partida se alargó más de lo esperado –como casi cada semana-, y a eso de las cuatro de la madrugada –cocidos todos a cervezas, cubatas, y algún que otro cigarrito “aliñado”-, se despidieron unos de otros… y –cada cual en su coche- tomaron rumbo a su casa.
Paco -que era el que vivía más lejos- decidió regresar por una carretera secundaria que -si bien le obligaba a recorrer más distancia- era el itinerario más seguro para no cruzarse con la patrulla de los mossos…
La carretera recorría un paraje inhóspito… que a esa hora de la noche daba cierto canguelo.
Así que Paco se puso un CD de Los Mojinos Escozíos… y con un ojo cerrado –por no ver doble- se decidió a tirar por allí.
Enlazando las curvas a treinta por hora… fue subiendo hasta una loma. Y tras ella… apareció ante él la recta más larga que uno pueda imaginar.
El paisaje, lúgubre donde los haya…!
Una carretera dibujada de cipreses a cada lado… que –en una noche sin luna como esa- acojonaba más de lo habitual.
Los cipreses iban apareciendo frente a Paco, conforme los tenues faros del Micra los iba descubriendo…
De repente, el pequeño coche de Paco empezó a traquetear. El motor se atragantaba como si estuviera a punto de quedarse sin combustible… Y en pocos segundos, se paró dejando a Paco más tirado que una colilla.
Paco se quería morir…!!
Estaba justo en mitad de ninguna parte, con una recta inmensa ante sí… y una carretera curvera a sus espaldas.
Sin gasolina…
Borracho…
Y para colmo no tenía cobertura en el móvil…!!
Con lo cual, no le quedaba otra que buscarse la vida… Ya que por aquella carretera no pasaba ni dios.
Visto lo visto, decidió pillar una garrafa de agua que –por casualidad- llevaba en el maletero… Y tras vaciarla en la cuneta, ir caminando hasta el pueblo más cercano. (Como poco, a dieciocho kilómetros de distancia…)
Salió caminando –dejando el coche amorrado en la cuneta con los warnings puestos-, y mirando para todas partes… decidió distraerse silbando.
La distracción era imposible.
El viento –que se había levantado como para saludar a Paco…- movía las copas de los cipreses haciendo sonar algo parecido a un aullido lejano.
Paco, que ya hemos dicho que era un jiñado… tenía el corazón acelerado, las rodillas temblequeantes, y los ojos como naranjas…!
Entre la cobardía natural de su ser, el paisaje, la situación, y la “turca” que llevaba en tó lo alto… Paco no podía creerse que aquello le estuviera pasando a él.
A todo esto –y por si fuera poco-, empezaron a caer gotas…
Aquella noche –en casa de Luís- las noticias habían avisado de las posibilidades de chubascos por la zona. Y como si de la mismísima Ley de Murphy se tratara… ya tenía la lluvia allí.
Lluvia que –de momento- no pasaba de llovizna… pero como se había dejado el paraguas en el coche, y ya hacía como media hora que caminaba… decidió seguir adelante. Subiéndose el cuello de la americana… y protegiéndose –cuanto menos- el cogote.
Aunque el resfriado –pensó- ya lo tenía asegurado.
Paco siguió caminando… con un jiñe en el cuerpo que era impresionante…!
Distrayéndose en pensamientos banales… y sin quitar ojo de los cipreses que –además del sonido provocado por el viento- ahora goteaban más que la misma lluvia, por el agua acumulada en sus ramas.
De pronto… le pareció ver una sombra a lo lejos que se movía!!
En la carretera… algo bastante grande y oscuro, parecía acercarse lentamente a él…
No podía ser…!!
Paco… se detuvo, y frotándose los ojos con las manos –como sin creerse lo que veía- certificó que sí. Ciertamente… allí -en frente- había algo que se acercaba poco a poco…
El extraño objeto cada vez estaba más cerca. Y Paco –que estaba más acojonado a cada segundo que pasaba…- cada vez caminaba más lentamente.
Hasta que al final… decidió esconderse detrás de los cipreses, para averiguar qué carajo era aquello que se acercaba desde hacía más de diez minutos.
Finalmente, cuando “la cosa” estaba a su altura… descubrió que era un coche…!!
Pero con las luces apagadas…
Sin emitir más ruido que el roce de los neumáticos en el mojado asfalto…
Y –para acabar de rematarlo- sin conductor!!!
Cómo podía ser eso…??
Paco no salía de su asombro…!
Se acercó poco a poco al vehículo… y cuando pudo verlo con la claridad que le permitían los escasos dos metros que le separaban del capó, pudo comprobar que se trataba de un Talbot Solara, negro.
Viejísimo…
Más largo que un día sin tabaco…
Y que efectivamente, avanzaba con la velocidad de un caracol… sin nadie al volante…!!
La lluvia había empezado a apretar. Ya no era llovizna… si no un chaparrón en toda regla. Y Paco, que cada vez estaba más calado… pensó que quizá debería armarse de valor y subir al coche.
Donde no se mojaría…
…y con el que –seguro- tarde o temprano llegaría a algún sitio.
Así pues, dicho y hecho.
Abrió la puerta con la delicadeza de un relojero… y como si no quisiera que el coche se diera cuenta, se coló en el asiento del conductor… de la forma más sibilina que pudo.
La verdad es que era comodísimo…!!
Y el cobijarse de la lluvia, aunque fuera en una situación surrealista como aquella… le pareció realmente una bendición.
Dentro del coche –en el salpicadero- vio un paquete de pañuelos de papel… que le sirvieron para secarse un poco.
Echó el asiento para atrás, y estiró las piernas como pudo… dispuesto a descansar la hora y pico –larga- que llevaba caminando por aquella inmensa recta.
El coche avanzaba lentamente… pero no de forma regular. Pues cuando la carretera hacía un poco de subida –como si le costara-, descendía la ya mínima velocidad que llevaba.
Por el contrario… si la pendiente era de bajada, el coche parecía animarse…! Y podía llegar –incluso- a alcanzar los diez o quince kilómetros por hora…!!
Aunque lamentablemente, esto no sucedía mucho… Pues –como ya hemos dicho- aquella recta era inmensa, y llana como una tabla de planchar…
Debían ser cerca de las seis de la mañana… cuando Paco descubrió –sorprendido- su propio coche amorrado en la cuneta…!
Realmente, hasta ese momento… no había caído en la cuenta que el coche le llevaba, si… pero en sentido contrario al que caminaba… Y por eso, una vez recorrida la distancia que le separaba de su coche… éste apareció –con los warnings en marcha- al lado izquierdo de la carretera…
No obstante, decidió que se quedaba dentro del coche.
Y que éste –mal que mal- ya le acercaría hasta el siguiente pueblo tarde o temprano…
No acaba de pensar esto… cuando cayó en la cuenta que la carretera era recta sólo unos kilómetros más… Y que después, volverían a aparecer las curvas que recorrió él mismo con el Micra, minutos antes de “quedarse tirado”…!
Le entró de nuevo el canguelo… pero como la lluvia –a éstas alturas- ya era una verdadera tormenta, prefirió esperar a bajarse del coche cuando vislumbrara la primera curva ante sí.
Pues empezaba a clarear y cada vez podía ver más lejos… con lo cual, la primera curva la vería con la antelación suficiente como para bajarse del misterioso coche.
A todo esto, Paco había bajado la ventanilla. Pues en el interior del coche tenía calor.
Y entre lo cómodo que estaba…
La hora que era…
Y el “morao”, que ya empezaba a pasar…
…se fue quedando adormilado.
De repente… una mano entró por la ventanilla…!!
Entró, le soltó un “meco” en toda la frente...
… y con gran susto para Paco le gritó:
- Tú, hijo la gran puta…!! Vente atrás a empujar con los demás, CABRÓN…!!!
NaCluT!!!
