Aquella señora iba a tener bebé. Le dijo al médico que quería dar a luz en forma natural, pero que sentía gran temor por los dolores del parto.
“No se preocupe usted -la tranquilizó el facultativo-.
He inventado una máquina por la cual puedo transmitirle al padre de la criatura una parte de los dolores que en el alumbramiento sufre la mamá. Así usted no tendrá que sufrir sola todas las penalidades”.
La señora se alegró mucho con la noticia de aquel invento peregrino, y de regreso en su casa le habló a su esposo de la máquina inventada por el médico, y le preguntó si estaba dispuesto a compartir con ella los dolores del parto. “Desde luego que sí -respondió él-. Después de todo yo fui quien te puso en esta condición”.
Llegado el día en que el niño iba a nacer el hombre acompañó a su esposa al hospital, y el doctor lo conectó a la máquina. Ella empezó a sentir los dolores del alumbramiento. “Le pasaré el 10 por ciento del dolor a su marido” -dijo el médico. Y luego le preguntó al esposo si podía aguantar ese dolor. “No siento nada” -respondió él.
Dijo el facultativo: “Le pasaré entonces el 20 por ciento de los dolores de su esposa”. Y así diciendo movió la perilla de la máquina. “Tampoco ahora siento nada” -manifestó el hombre. “Su señora sí está sintiendo mucho los dolores -declaró el galeno-. Voy a pasarle a usted, entonces, el 50 por ciento del dolor”. Y ajustó la perilla a ese porcentaje. “¿Puede aguantar eso?” -le preguntó al esposo. “Perfectamente, doctor -declaró él-. Puedo aguantar eso y más”. “¡Caramba! -se asombró el médico-. Tiene usted muy alto el techo del dolor.
Como su esposa está sufriendo mucho voy a pasarle entonces a usted el 100 por ciento de los dolores”. “Hágalo, doctor -aceptó el tipo. No quiero que mi esposa sufra, y además yo no estoy sintiendo mayor cosa”.
Se llevó a cabo, pues, el alumbramiento felizmente, sin ningún dolor para la esposa. Al día siguiente la pareja regresó a su hogar. Cuando llegaron vieron gente en la casa de al lado.
La vecina estaba hecha un mar de lágrimas. “¿Qué te sucede?” -le preguntó la esposa. Responde la mujer:
“¡Mi marido murió ayer! Estaba muy bien, pero de pronto empezó a sentir unos dolores espantosos que fueron creciendo en intensidad hasta que de pronto le vino un dolor terrible, y cayó al suelo privado de la vida. Los médicos no se explican a qué puede haberse debido ese dolor”.