EL PÁRROCO.
Un buen día, el párroco de un pueblo se encontró indispuesto con unos fortísimos dolores abdominales. Dado el grave estado en el que se encontraba, le trasladaron a la residencia, donde fue intervenido con urgencia.
Mientras el cura se encontraba dormido por los efectos de la anestesia, en la habitación de al lado una joven madre soltera daba a luz un precioso retoño. Desgraciadamente, la joven madre murió y el equipo médico se planteo qué hacer con el niño.
Uno de los médicos, tras mucho cavilar, dijo:
-'Mirad, vamos a adjudicárselo al cura, al fin y al cabo, el hombre le dará una buena educación'.
Dicho y hecho, al despertar el párroco se encontró con el bebé en su regazo, asustado preguntó:
-'¿Pero esto qué es?'.
El médico se acercó y le dijo:
-'Mire, este es el origen de sus dolores de barriga...'.
-'Pero, si esto es imposible' dijo el cura.
El médico le respondió:
-'No, hombre, con lo que han evolucionado los tiempos, ahora los
hombres se pueden quedar embarazados...'.
El cura se quedó pensativo decidiendo qué hacer con el niño. Y pensó:
-'Bueno, cuando vuelva al pueblo, diré que es hijo de una hermana mía
que ha fallecido y yo me haré cargo de educarlo'.
El párroco volvió así al pueblo y contó su historia. No sin algún
recelo, los habitantes del pueblo se acostumbraron a ver a partir de aquel día
al nuevo vecino que fue bautizado con el nombre de Juan.
Pasaron los años y el cura se hizo muy mayor. Cuando Juan contaba 25
años, el cura enfermo y, en su lecho de muerte, dijo:
-'¡Que venga Juan! !Que venga Juan!'.
El joven corrió al lado del cura:
-'¿Que quiere tío?',
El cura, haciendo acopio de valor le dijo:
-'Mira Juan, tengo un gran secreto que contarte, y antes de morir debo decírtelo...'.
Juan interrumpió al párroco y le dijo:
-'Tranquilo tío, no hace falta, desde hace años ya me he imaginado que
en realidad es usted mi padre'.
Y armándose de valor el cura le dice:
-'¡NO!... Yo soy tu madre...., ¡Tu padre es el Arzobispo de Cuenca!.